Teniendo claro que estudiaría Filosofía, y reconociendo la sensatez del consejo paterno que sugería una carrera con más salidas profesionales -como Derecho-, empecé ambas aunque sólo terminase los estudios de leyes, decepcionado por un cuadro docente de Filosofía sumido aquellos años en un diálogo de sordos entre neotomistas, neopositivistas y neomarxistas.